La chica salió por la puerta cerrándola con un estruendo golpe. Empezó a correr con todas sus fuerzas a pesar de que no podía huir del miedo , impregnado en su piel como la sal en el inmenso océano azul.
Sus fuerzas iban menguando a medida que aumentaban los metros recorridos. Cansada, y con la respiración agitada, se derrumbó en el suelo, apoyada sobre un viejo roble. Ahí rompió a llorar desconsoladamente, sabiendo que estaría sola y que nadie la podría consolar.
Ella sabía cual era ese lugar. Reconoció el anciano árbol y vio que era el lugar donde tantas veces de niña, jugaba hasta que se hacía de noche pero eso si, siempre sola.
Tras ese pequeño recuerdo, la chica se levantó del suelo y palpo la arrugada corteza del árbol. Casi no había cambiado; el mismo aroma, el mismo color... Hasta sus iniciales talladas con una letra minúscula. Entendió que todo ese tiempo estuvo sola por lo tanto, no debía temer a lo mismo aunque la haya perseguido desde la infancia.
Seco sus brillantes lagrimas y abrazo el grueso tronco del anciano roble murmurando, con una voz firme pero indecisa... " devuélveme a esos tiempos donde una simple rama era una barita con inmenso poder..."
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