martes, 22 de noviembre de 2011

Dia 22 de noviembre de 2011

Querido diario, hace tiempo que dejé esto de lado. Pensé que era de niñas pequeñas pero creo, que esto puede que me haga sentir mejor.

Iba de vuelta al instituto, con la misma rutina de siempre.
El cielo estaba nublado y llevaba parte de la mañana diluviando.
Caminaba, ni deprisa pero tampoco despacio, contemplando la carretera mojada que tenía un brillo grisáceo y notando como mis zapatos se mojaban por los charcos que se formaban entre las baldosas.
En ese instante, parecía que todo se había detenido. El tiempo parecía congelado. No había pájaros, tampoco personas, ni coches que contaminasen con su molesto ruido y humo. Lo único que decidió no cesar fue la constante lluvia fría, con el ambiente húmedo que rozaba mi piel con suavidad y delicadeza. Me sentí bien en ese pequeño instante, creo que hasta se me escapó una débil sonrisa por encontrarme bien conmigo misma y con la madre naturaleza. Un momento entre ella y yo.
Pensé que un momento como ese sería perfecto para compartirlo con alguien. Me paré en seco. Cerré los ojos, inspiré de ese aire mojado que impregnó mis pulmones de soledad y seguí caminando.
Me olvidé por completo de la idea de estar con alguien y enseñarle aquellos segundos que se volvieron por minutos interminables.



Juraría que no habría nadie con el cual compartir ese momento.
Sería solo mío y de la lluvia que acariciaba mi paraguas siendo el único ruido que penetrase ese silencio tan especial.
El silencio de vida absoluta.


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